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Así como la meditación o las plegarias son prácticas adoptadas por todos los sistemas religiosos, otra forma de contacto con el plano espiritual, es y ha sido desde siempre la peregrinación. El rito de iniciación que consiste en entrar en contacto directo con un lugar “especial”, al que hay que sumar en la mayoría de las ocasiones la depuración que supone el esfuerzo por alcanzarlo, consigue definitivamente introducirnos en la práctica. Una vivencia directa de lo “otro” al que la creencia tan solo conseguía acercarse. Desde este punto de vista, al margen de las particulares creencias, la peregrinación se constituye en la vía física de lo religioso.

La compilación de sus diferentes estructuras y matices nos acercan a una comprensión no verbal tanto de la religión como de la cultura particular en las que se insertan. La visión del lugar y/o su recorrido nos muestran los gérmenes estéticos que establecen parte de sus cimientos culturales.

A pesar de estar estrechamente entrelazados cabe distinguir dos tipos de lugar especial o sagrado. El primero es un espacio natural en el que reside algún tipo de fuerza telúrica. Son lugares por tanto adoptados desde el folklore popular y pueden no ser exclusivos a una única religión. El segundo podría denominarse conmemorativo. Bajo este aspecto se engloban todos aquellos lugares donde un representante destacado de la religión que lo ensalza ha impregnado el ambiente.

Gracias a su estrecha relación con la naturaleza, la cultura tibetana considera tanto a las montañas como a los lagos encarnaciones de diversas divinidades las cuales son objeto de veneración. Así, su religión, con base en lo físico, consiste en un compendio de logros espirituales por parte del hombre. Una mística natural que contrasta con esta otra mística revelada.

Esta serie de trabajos sobre distintas peregrinaciones partió de la búsqueda de esas fuentes puras que manan del “lugar especial”.

ESPACIOS NATURALES DE PEREGRINACIÓN

I MONTAÑAS

En el desarrollo de esta idea, surgió la necesidad de recorrer un mundo condensado. Salir definitivamente de aquella temática relativa a las cuevas (sobre lo interior y lo exterior) y sus posteriores derivaciones referentes a los gradientes lumínicos como salida.

Para comenzar, enfoqué mi mirada en la montaña. Una montaña considerada como la más sagrada de la Tierra: el Kailash o Gang Rinpoche, en tibetano (la joya de las nieves), un lugar prohibido a la escalada por su condición de sagrado aunque visitado y rodeado por miles de peregrinos al año. Su peregrinación, siempre circular, Khora, es realizada por creyentes de varias religiones asiáticas. Los tibetanos realizan un recorrido de 18 vueltas, una por día, mientras que un occidental suele tardar tres días en rodear la montaña. El recorrido de una vuelta es de 53 km. alcanzando una altura máxima de 5.600 m.

Este lugar de cambio (el Kailash es considerado por el hinduismo como el trono de Shiva, dios del cambio) abrió para mí toda una temática sobre los lugares de peregrinación. La potencia arrebatadora de este lugar natural sumado a todo un conglomerado de ideas me sugirió una mayor profundización en el tema.

La dificultad del terreno me hizo optar por la cámara de fotos, pues aunque quería realizar un vídeo de su recorrido, una cámara de vídeo estabilizada se hacía una opción impracticable. Una fotografía de la montaña cada 10 pasos a lo largo de toda su circunvalación me permitiría, gracias a los avances de la informática, una animación de alta calidad de imagen. Una opción que luego mantuve para toda la serie videográfica posterior.

En la cordillera del Himalaya se concentran la gran mayoría de ocho miles. Sin embargo no es la altura lo que confiere a una montaña su carácter sagrado. Un ejemplo de ello es el Kailash ya mencionado que rondando los 6000 m. tiene este rango.

Ampliando el tema de la montaña, tras un intento frustrado en el santuario de los Anapurnas (Nepal), dirigí mis esfuerzos al Chomolugma (La diosa madre de la Tierra), más conocido en occidente por Everest, tratando de captar, esta vez con una toma fija, la vitalidad de la montaña.

Cuatro tomas fijas a lo largo de ocho días diferentes cuyo resultado es un políptico en el que se muestra una atmósfera desencajada que va revelando un paisaje compacto.

II LAGOS

La búsqueda de lo exacto y de lo pormenorizado que tomó el Budismo del Hinduismo posiblemente sea lo que lleva a la noción de peregrinación en circunvalación (Khora). El conocimiento de algo no se alcanza hasta que se conoce desde todas sus caras. Más aún, ellos acostumbran a realizar 18 circunvalaciones seguidas a un lugar sagrado. Esta escrupulosidad queda acentuada si nos referimos a las Khoras en torno a un lago en las que no parece haber nada oculto a la percepción.

De entre la multitud de lagos sagrados tibetanos, destaca el Lago Manasarovar, en tibetano Mapam Yum, situado en el Tíbet occidental, en las inmediaciones del monte Kailash. Es un lago de forma circular al que se le atribuye una influencia solar y está rodeado en sus cuatro puntos cardinales de cuatro templos en los que pernoctan los peregrinos. Sinónimo de sabiduría y bondad, entre sus leyendas se afirma que existe una isla en mitad del lago que es invisible a los ojos. Su khora, que un tibetano realiza en 3 o 4 días, tiene un recorrido de 89 km.

El Nam Tso cuya traducción significa “lago del cielo”, es igualmente considerado como sagrado.  En él existe una península que hasta hace muy poco estaba habitada por multitud de ermitaños y ascetas que desde sus cubículos pasaban la vida contemplando sus aguas.

Tratando de mostrar esta otra modalidad de peregrinación que se sitúa entre lo mental y lo físico y que consiste en la contemplación, opté por recorrer el lago desde la quietud. Cuatro tomas fijas a lo largo de un día dirigidas a cada uno de los puntos cardinales.

ESPACIOS SAGRADOS EN LO URBANO

Tanto Lhasa como Jerusalén son dos de las ciudades sagradas por antonomasia.  El Palacio del Potala (en tibetano “la puerta del cielo”),  fue la residencia oficial de los Dalai Lama. Es una construcción circunvalada al amanecer y al atardecer por el pueblo tibetano al igual que el Templo Jokhang, el más importante de Tíbet. En éste, se practica la khora rodeando su exterior en la Plaza Barkhor y también los pasillos de su interior, Nanghor. En una de sus capillas, Maitreya, el “Buda por venir” es una de las imágenes más veneradas.

En Jerusalén, dentro de la ciudad antigua, en lo que sería la cima del monte Moria, se encuentra una de las mezquitas más importantes del mundo musulmán: El Domo de la Roca. Enclave así mismo deseado por el pueblo judío que lo considera el emplazamiento del Templo de Salomón. En su interior se haya la roca, el Santo Sepulcro, desde donde la tradición cuenta que Mahoma ascendió al Cielo. Incluyendo en una misma videoinstalación, “Las puertas del cielo”, la khora al Potala, la circunvalación al Domo de la Roca y la del Santo Sepulcro traté de poner de manifiesto la similitud en el peregrinar de tres creencias muy distintas, la Budista, la musulmana y la judía.

LO INASIBLE DEL LUGAR DESDE LO TRANSITORIO: EL CAMINO

En este intento por comprender globalmente el fenómeno de la peregrinación y el lugar especial o sagrado, comencé a trabajar sobre el Camino de Santiago.

Siguiendo con el sistema utilizado de animación fotográfica, me embarqué en este macro proyecto que suponía capturar todo el recorrido desde Roncesvalles a Santiago de Compostela.

Aunque el Camino “sin” Santiago, ese lugar o destino de la peregrinación, se torna una incongruencia, el propio Camino es en sí una entidad propia. Una especie de país utópico, cosmopolita y generoso. Una estrecha franja que conserva una cultura propia cargada de valores casi extintos.

Al entender el propio Camino como “lugar” paradójico, amplié en un principio este trabajo a un tríptico sumando al Camino francés otros dos de sus estándares consolidados: el Camino del Norte (de Irún a Santiago) y el Camino Mozárabe (de Sevilla a Santiago). Posteriormente decidí realizar una segunda parte incluyendo 3 trayectos del camino a su paso por Francia, Países Bajos, Alemania y Suiza.

La multiplicidad del Camino sólo podía entenderse si era recogida dentro de la misma obra. Lo asible se torna inasible. Esto era importante, pues en definitiva el inasible que constituye el Camino recoge el modelo de pensamiento en el que nos situamos (multitud de conceptos profundamente arraigados que al intentar ser analizados quedan evaporados en un sinsentido) lo que hizo que la compilación de tales rutas peregrinas dejase de lado una documentación o estudio de monumentos, poblaciones o gentes. Sólo el camino como protagonista, algo que por otro lado aún no existía.

TRES CAMINOS, ONCE PASOS I y II

Esta obra constituye la contrapartida occidental al fenómeno de la peregrinación oriental. También representa una forma de peregrinar, en línea, hacia un objetivo, frente al círculo que preside las peregrinaciones orientales.

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La duración de este proyecto supuso unos seis años de trabajo, recorriendo los tres principales Caminos de Santiago en España y  tres de los más relevantes del resto de Europa. Un recorrido total de aproximadamente 5.000 Km,  caminados y  fotografiados dando lugar a una vídeo-animación de 6 canales formada por 5 millones de fotogramas. El editado final de cada vídeo, lo más arduo de todo el proceso, varía entre 4 y 7 horas y media.

La técnica utilizada es la de ir fotografiando cada pocos pasos y a ritmo constante el trayecto del camino andando. Posteriormente, la consecución de todas esas imágenes fotográficas pasa  a formar parte de una animación con la ayuda de un programa de edición cuyo resultado es una película hipnótica en la que el espectador en primera persona es conducido a través del recorrido. Imágenes encadenadas  que te llevan, vacío de pensamientos, por un camino continuo lleno de transformaciones y cambios de rumbo. Un camino en el que la exigencia personal se ha ido manifestando a través de una evolución paulatina de depuración, tanto material como conceptual, en la que no existe manipulación del entorno y la materia, sino tan solo “recogida de datos” que luego serán la muestra.